Cantar de los Cantares

MENSAJE N °
6
Por Jack Fleming
Cantares 6 escuchar en MP3
Cant. 4: 1 - 6 "He aquí tú eres hermosa,
amiga mía, he aquí que tú eres hermosa; tus ojos entre tus guedejas
como de paloma, tus cabellos como manada de cabras que se recuestan
en las laderas de Galaad. Tus dientes como manadas de ovejas
trasquiladas, que suben del lavadero, todas con crías gemelas, y
ninguna entre ellas estéril. Tus labios como hilo de grana, y tu
habla hermosa. Tus mejillas, como cachos de granada detrás de tu
velo. Tu cuello, como la torre de David, edificada para armería,
mil escudos están colgados en ella, todos escudos de
valientes. Tus dos pechos, como gemelos de gacela, que se
apacientan entre lirios.
Ella contesta: "Hasta que apunte el día y
huyan las sombras, me iré al monte de la mirra y al collado del
incienso".
Considerábamos en el pasaje anterior que ella se prendió
fuertemente de él y lo llevó hasta la casa de su madre, porque su
amor todavía no había madurado.
Parece ser éste el motivo por el
cual él exterioriza su amor con tanta vehemencia. Le expresa su
profundo amor y gran admiración por ella. "Tú eres hermosa".
Hoy
en día, la iglesia, el conjunto de salvados en la sangre preciosa de
Cristo, es de gran belleza para él, como una perla de gran precio.
Pero no hemos de olvidar que para llegar a ser una hermosa y
preciada perla, originalmente fue un minúsculo grano de arena sin
valor ni belleza que se incrustó en un ser vivo.
Y ese molusco para
protegerse del cuerpo extraño que hería sus delicadas membranas,
comenzó a segregar una sustancia que lo envolvió gradualmente hasta
desaparecer esas aristas punzantes que la dañaban, para dar forma y
valor a una hermosa perla de gran precio.
La iglesia es hermosa y
muy preciada para el Señor, pero jamás hemos de olvidar que no
éramos más que un grano de arena sin valor y que heríamos la
Santidad de Dios. Todo el valor que tenemos, fue añadido por
él.
Cuan literal resulta ver, que no fueron los latigazos que
abrieron las carnes del cuerpo santo del Señor, ni la corona de
espinas, ni la lanza del soldado que abrió su costado, sino nuestros
pecados.
En ese proceso célico nos fue envolviendo en su amor,
santidad y perdón divino, que nos revistió de su gracia divina hasta
transformarnos en algo de gran belleza y valor para Dios.
"Tus
ojos entre tus guedejas como de paloma". La paloma tiene una visión
que le permite ver una sola cosa, y en ese sentido es figura del
Espíritu Santo. El que tiene esa visión espiritual, puede ver
solamente a Jesús, pero estos ojos están entre guedejas, escondidos
tras su exuberante cabellera.
El mundo no puede ver lo que ella ve,
ni cómo ve, porque esos hermosos ojos están reservados solamente
para el deleite de su amado. También la alusión a su cabello, nos
habla de su obediencia y sumisión a la voluntad divina, como nos
indica 1 Cor.11 : 15.
"Tus dientes como manadas de ovejas
trasquiladas, que suben del lavadero". El cumplido hace referencia a
la perfección y blancura de ellos.
Dios nos ha provisto en Su
Palabra de abundante alimento para nuestro desarrollo espiritual,
pero éste es para los que han alcanzado madurez, no para los bebés
en Cristo.
Ellos también disponen de la leche espiritual en sus
biberones, pero para los que ya disponen de dentadura de adulto como
a él le agrada ver en su esposa, ha dispuesto alimento sólido y
nutritivo.
"Tus labios como hilo de grana, y tu habla hermosa".
Resalta la hermosura de su boca y de su hablar. Esto nos recuerda lo
que dice en Rm.10: 9 "que si confesares con tu boca que Jesús es el
Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos,
serás salvo".
La boca que confiesa y alaba al Señor, es muy
hermosa para Dios. En Ef.5: 19 añade: "hablando entre vosotros con
salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al
Señor con vuestros corazones".
De la abundancia del corazón habla
la boca, y el corazón que está rebosante de Cristo, hablará de él,
entonará himnos y cánticos espirituales que le agradan a él. No los
que nos agradaban a nosotros cuando pertenecíamos al mundo.
"Tus
mejillas". Por rosadas, las compara a dos mitades de grada; una
expresión muy común en la poesía oriental. Las mejillas despliegan
la belleza del rostro, y son las que primeramente revelan las
emociones.
Con cuanta propiedad se ha dicho que el rostro es el
espejo del alma, un alma reseca carente de amor y sensibilidad,
es fácilmente detectada en el rostro de esa persona. Pero al
resaltar la hermosura de su rostro, lo hace porque Dios conoce
nuestra alma, lo profundo de nuestro ser.
"Tu cuello, como la
torre de David". Un cuello alto y erguido, nos habla de alguien
distinguido. Su esposa no es encorvada, destaca su dignidad real,
sugiere la rectitud en su mirada, la hidalguía que confiere saberse
hija de Dios y templo del Espíritu Santo.
Al mencionar: "como la
torre de David, edificada para armería, mil escudos están colgados
de ella, todos escudos de valientes". Resalta que aunque se ha visto
presionada en muchas batallas contra el mundo, ella sigue enhiesta,
porque es "más que vencedora".
Pero al mismo tiempo le recuerda por
los escudos de los valientes, que su triunfo y victoria no se debe a
ella, sino a aquel por cuya victoria quedó vencido nuestro
enemigo.
"Tus dos pechos". El pecho es el asiento de nuestras
emociones, allí descansa nuestra fe y amor, que constituyen el único
medio por el cual somos unidos al Señor. Dios considera que para que
haya belleza, la fe y amor han de ser gemelos, es decir, deben
crecer juntos a igual proporción.
En Gál.5: 6 nos resalta "la fe
que obra por el amor". Y en 1 Tm. 1: 5 dice: "el amor nacido de
corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida". En el
vr. 14 agrega: "La gracia de nuestro Señor fue más abundante con la
fe y el amor que es en Cristo Jesús".
Muy hermosa es para el
Señor, la fe y el amor cuando ambos han crecido juntos a un mismo
nivel en el creyente. No puede haber belleza espiritual en el
cristiano, si ambos no se han desarrollado como "gemelos de gacela".
Deben florecer en pureza y santidad, juntos entre los lirios donde
el Señor apacienta su rebaño.
"Hasta que apunte el día y huyan
las sombras, me iré al monte de la mirra, y al collado del
incienso". Ella hace una breve interrupción, para decir que cuando
sople la brisa y huyan las sombras a la puesta del sol, desea
retirarse por unas horas para impregnarse de la fragancia del
perfume campestre, al monte de la mirra.
Indudablemente que ha
habido un pequeño progreso espiritual en ella. Ahora habla menos de
sí misma, y está más dispuesta a escuchar a su amado.
El
creyente que es niño en Cristo, siempre está hablando de sus propias
emociones y experiencias, en cambio el que ha alcanzado madurez, su
enfoque no está en sí mismo, sino en su Señor.
Otra muestra de su
desarrollo espiritual, está en que ahora ella reconoce sus propias
limitaciones, sabe que hasta que huyan las sombras, el único refugio
está en el monte de la mirra.
Estamos en un cuerpo que es templo
del Espíritu Santo, pero bien sabemos que el pecado sigue morando en
nosotros.
Pablo lo expresó magistralmente en Rm.7: 18 "Yo sé que en
mi, esto es, en mi carne, no mora el bien, porque el querer el bien
está en mí, pero no el hacerlo, y si hago lo que no quiero, ya no lo
hago yo, sino el pecado que mora en mí. Miserable de mí ¿quién me
librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios por Jesucristo
Señor nuestro".
Gracias doy al Señor que puedo acudir al monte de
la mirra. Estas sombras que nos envuelven se irán disipando hasta
que por fin, cuando alumbre el día glorioso de nuestro encuentro con
Cristo en la Gloria, nosotros recibamos un cuerpo de gloria
semejante al del Señor; entonces lograremos nuestra plenitud. Pero
hoy, podemos disfrutar de este gratísimo lugar del monte de la
mirra.
También en Col. 3: 10 dice: "habiéndonos despojado del
viejo hombre con sus hechos, y revestidos del nuevo, el cual
conforme a la imagen del que lo creó, se va renovando hasta el
conocimiento pleno".
Esta renovación durará hasta que alumbre el
día glorioso de la venida del Señor, mientras tanto, nuestro único
refugio es el monte de la mirra junto a la cruz de Cristo.
En 2
Cor.3: 18 dice: "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara
descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos
transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor".
La doncella estaba consciente de esa
necesidad, y que el día perfecto aún no amanecía. Pero se confortaba
en el monte de la mirra y el collado del incienso.
El monte
Calvario fue desde donde subió el perfume de más grato olor para
Dios, y ella desea embriagarse de esa fragancia.
En la
contemplación más profunda de los sufrimientos y muerte del Señor,
es que logramos liberarnos de nuestra carne que nos ata a este
mundo, para elevarnos a las alturas de Su presencia divina, y
conseguir una unión más plena y perfecta con Cristo.
No nos
conformemos con unas débiles gotas de ese perfume, acudamos a
disfrutar del torrente que emana desde el monte de la mirra. Y esos
dulces aromas transformarán nuestras vidas, nos revestirán de su
hermosura y nos impregnarán de su fragancia.
Acudamos con mayor
frecuencia a esas alturas, contemplemos al Señor en su muerte.
Miremos al sol esconder su rostro, la tierra temblar y las rocas
partirse. Observemos sus heridas, y tan solo entonces arderán
nuestros corazones y caeremos a sus pies exclamando: "Señor mío, y
Dios mío".
Capitulo Anterior - . - Capitulo Siguiente
|