Preguntas Frecuentes

por Jack Fleming

N° 101

¿Por qué dice que los ancianos y diáconos no se deben denominar sino que deberían ser “reconocidos” por la iglesia, cuando en Hch.14:23 dice que los apóstoles los nombraron?

RESPUESTA

Le agradezco mucho por esta pregunta, porque me permite aclarar conceptos que no cubrí en la pregunta anterior, la Nº 100 a la cual Ud. hace referencia, porque siempre procuro ser lo más preciso que puedo en cada respuesta para no apartarme del tema central.

Efectivamente, en el libro de los Hechos dice: (Hch.14:23) “Y constituyeron ancianos en cada iglesia, y habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído”.

Pero el relato habría que entenderlo dentro del contexto, cuyo relato comienza en el capítulo anterior: Hch.13:2 “dijo el Espíritu Santo: Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado”.

Se está refiriendo al nacimiento de la iglesia en la época apostólica, cuando el Espíritu Santo trabajaba directamente a través de sus instrumentos humanos, no solamente para terminar de escribir lo que faltaba de la Biblia, sino que además para señalar a los escogidos por Dios para esa labor dentro de las iglesias locales para servir como ancianos y pastores.

Se aprecia claramente al leer el pasaje desde el principio, que esos nombramientos de los ancianos era parte de la obra para la cual el Espíritu Santo había apartado a Pablo y Bernabé de una forma espectacular, es decir, fuera de ellos, los que no fueron comisionados para esa responsabilidad, no deberían hacerlo.

Corresponde al período de infante de la iglesia, por esta razón señalaba que únicamente se puede dar esa situación, cuando se trata de una iglesia donde aún no existe crecimiento espiritual y todavía son niños en Cristo. Por este motivo el “nombramiento” lo comparaba a la forma que una madre le enseña hablar a su pequeño hijo, indicando y señalando con su dedo: “Esta es la boca, este es el ojo.”

Pero transcurrido casi dos mil años, no podríamos continuar definiendo a la iglesia como “niños en Cristo”. Después del período apostólico la iglesia creció y se fortaleció, maduró y dejó las cosas de niño. 1Cor. 13:11 “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño”.

Hoy en día la iglesia no necesita que se le esté señalando con el dedo la labor que cada uno cumple dentro del cuerpo de Cristo, diciéndoles: “Esta es la boca, este es ojo, este es mano, etc.” (1Cor.12:12-22).

Además, y lo que es muy importante recordar, hoy no están presente los apóstoles que el Señor nombró para edificar Su iglesia. Lo que es peor aún, muchas iglesias están siendo conducidas por hombres que están muy lejos de reflejar el carácter y voluntad del Señor. La casa del Señor Jesucristo ha dejado de ser Su casa, y ha pasado a ser la casa del señor González o del señor Smith.

Por estos dos motivos, uno: Ahora no están presente los apóstoles escogidos por el Señor, y dos: La iglesia después de dos mil años no puede ser comparada con un niño. Hoy en día cada miembro que constituye la iglesia del Señor, se le reconoce por sus cualidades espirituales y capacidades que el Espíritu Santo le ha otorgado.

Dijo el Señor: “Por sus frutos los conoceréis” Y los frutos no son sus condiciones humanas, sino lo que dice Su Palabra, Gal.5: 22 “el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”.

He leído varias veces mi Biblia de Génesis a Apocalipsis, y le puedo asegurar que en ninguna parte aparecen esos ritos religiosos de “ungimiento” o “nombramiento”, donde hombres revisten de poderes a otros hombres para ejercer un cargo de gobierno en la iglesia en el día de hoy, como una delegación apostólica, que resulta un remedo bizarro de lo que hizo la iglesia católica durante siglos, cuando tenía el poder para colocar y sacar reyes en el mundo antiguo y que se continúa realizando dentro de la Roma eclesiástica.

La única instrucción que hayamos para la iglesia, cuando ya no estuvieran presente los apóstoles, es el reconocimiento de los dones entregados por Dios, para aquellos que el Espíritu Santo ha capacitado para esa responsabilidad y labor. Para eso entregó una larga y exhaustiva lista de requisitos que debe exhibir el hermano que el Espíritu Santo señala de ese modo inconfundible. Pero jamás ordenó ni insinuó una “coronación” en un rito eclesiástico donde los hombres señalan públicamente al que se integra dentro del gobierno de la iglesia (“esta es la boca”). 2Cor. 1:21 “Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios”.

Sabiendo el Señor que la época de los apóstoles habría de pasar, y que quedaría un tiempo importante sin la presencia de ellos antes de Su regreso por Su iglesia, Él dejó una lista de condiciones que habrían de cumplir los que fueran boca y líderes dentro de Su iglesia, para que los hermanos pudieran reconocerlos por esas condiciones espirituales y capacidades otorgadas por el Espíritu Santo.

Tito 1:6-9 “el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía. Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios; no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas, sino hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.

En la respuesta que entregué a la pregunta anterior, (FAQ) Nº 100, hice referencia también a la necesidad que esos líderes (ancianos y pastores) sean personas mayores, como lo expresa su nombre, y no jóvenes sin experiencia y faltos de conocimientos bíblicos, porque el Señor señala como requisito “que tengan hijos creyentes”. Esto está indicando que tengan hijos con una edad mínima para ser creyentes en plena comunión de una iglesia, (Tito 1:6) y “que no estén acusados de disolución ni de rebeldía”. Lo cual no se podría cumplir si tienen solamente hijos pequeños.

Hice énfasis en este punto, porque es lamentable la enorme cantidad de iglesias en el día de hoy que están siendo conducidas por jóvenes, quienes por sus pasiones juveniles, falta de experiencia y madurez en el Señor, han desviado a muchos por el camino del error.

Los que han alcanzado madurez, podrán distinguir fácilmente la función que cada uno cumple dentro del cuerpo de Cristo. Y lo que es más importante, la suya propia; porque es muy lamentable ver a muchos que dicen ser creyentes, que nacieron espiritualmente hace años, y aún no conocen cuál es su propio don, sabiendo que (1Cor.12:11) “el Espíritu Santo ha repartido a cada uno en particular”, un don para servir al Señor.

Lo primero que debe hacer un creyente que ha nacido de nuevo, es lo que hizo el apóstol Pablo cuando se convirtió al Señor: Hch. 9:6 “El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?”.



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