N° 4
Por Jack Fleming
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Hch.16: 27-33“Despertando el
carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba
a matar, pensando que los presos habían huido. Mas Pablo clamó a gran voz,
diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí. El entonces,
pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de Pablo
y de Silas, y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa. Y le
hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él,
tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas, y enseguida
se bautizó él con todos los suyos”.
Este relato nos muestra cual es el
corazón del inconverso, del que aún no conoce al Señor, siempre desea hacer
algo para obtener la salvación. Todavía no ha llegado al punto de reconocerse
muerto en sus delitos y pecados, absolutamente incapaz de participar en algo
para lograr su propia salvación.
Es
tan absurdo como creer que Lázaro, estando muerto, pudo salir a buscar al Señor
cuando se encontraba en su propia tumba. No logran entender que era necesario
que el Señor llegara hasta él, y con la voz poderosa del Dios Omnipotente
llamarle: “Lázaro, ven fuera”. Sólo entonces, el que estuvo muerto, pudo
recibir la vida.
Tal
es la condición del que aún no ha nacido de nuevo, “no puede ni ver el reino de
Dios” (Jn.3: 3). Está ciego, sordo; completamente muerto e incapacitado para
hacer algo. Es necesaria la intervención del Dios de la Gloria para que el que
estaba muerto, pueda recibir vida.
Se
requiere que Dios lo busque. Porque (Rm.3: 11)
“no hay quién busque a Dios”.
Que
Dios le dé la fe. Porque (Heb.12: 2) “Dios es el autor de la fe”. (Rm.12: 3)
“Quien la reparte a cada uno”.
(Filp.2:
13) “Dios es el que pone el querer como el hacer”.
(Hch.11:18, Rm.2: 4,
2Cor.7: 10) “Dios es quien nos mueve al arrepentimiento”.
(Heb.9:
15, Rm.11: 29) “Dios es el que llama con llamamiento irrevocable”.
(Jn.6:
44) “Nadie puede venir si Dios no lo trajere”.
(Rm.9:
16) “No depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene
misericordia”.
(Stgo.1:
18) “Dios de Su voluntad nos hizo nacer de nuevo”.
(Ef.2:1)
“Dios nos dio vida espiritual”.
(Jn.1:
12-13) “Dios nos hizo sus hijos, porque no es por voluntad de hombre, sino de
Dios”.
Con
toda propiedad afirma en Hch.13: 48 que “creyeron todos los que estaban
ordenados para vida eterna”. Si aceptáramos esta verdad que la Biblia presenta
con tanta claridad, y que el mismo Señor Jesucristo predicó durante su
ministerio terrenal, todo lo demás sería muy simple de entender.
Mientras
no nos humillemos a los pies del Señor, reconociendo nuestra absoluta
incapacidad para salvarnos, ni “ayudar” con nuestra intervención de mortal
contaminada con el germen del pecado; confesando que nada podemos hacer por
librarnos de la carga de nuestros pecados, y no los dejemos a los pies de la
cruz de Cristo, jamás obtendremos la vida eterna que Dios nos ofrece
gratuitamente.
La
pregunta del carcelero fue: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Y la respuesta precisa y categórica, con la
autoridad del Espíritu Santo que entrega Pablo fue: NADA.
Nada
puede hacer el pecador, porque está muerto en sus delitos y pecados ¿Qué puede
hacer un muerto? Nada.
Además
no puede hacer nada, porque ya todo está hecho. La obra de nuestra salvación la
realizó en su totalidad el Señor Jesucristo, único Salvador. Y eso lo realizó
sin la intervención o ayuda de ninguna de sus criaturas.
La
salvación es un regalo de Dios, no un premio. Solamente debemos aceptarla con
un corazón constrito y humillado, dando gracias al Dios de toda misericordia,
que tuvo a bien llamar a tan miserable criatura.
Pero
ahora quisiera detenerme en la última parte de la respuesta del apóstol, y
estoy seguro que si usted cree lo que Dios dice en su Palabra, no solamente
aceptará con gozo de gratitud eterna los pasajes que he transcrito textualmente
de la Biblia, sino que también será más fácil comprender el tema que deseo
desarrollar.
“Y
serás salvo, tú y tu casa” ¿Fue ésta
una promesa hecha por Dios para todos los creyentes? Y si es así, ¿por qué no se ha cumplido?
Cuando
miramos a nuestro alrededor, vemos a muchos buenos cristianos cuyos hijos no
han sido salvos, e incluso podremos recordar algunos hijos de creyentes que
murieron sin ser salvos.
Además
en la Biblia encontramos muchos ejemplos de padres creyentes, cuyos hijos no
fueron salvos. Partiendo por Adán, con su hijo Caín. Abraham, con su hijo
Ismael. Isaac, con su hijo Esaú. Los hijos de Elí eran hombres impíos y no
tenían temor de Dios. El rey David, con su hijo Absalón, etc.
¿Para
qué Dios coloca en la lista de los requisitos para los pastores, que sus hijos
sean creyentes, si esa era la norma de todos los cristianos? (Tito 1: 6).
La
Palabra de Dios es muy clara para afirmar que la salvación es algo personal, y
no una herencia de familia. Rm.14:12 “Cada uno de nosotros dará a Dios cuenta
de sí”.
En
Ez.18: 20 “El alma que pecare, esa morirá, el hijo no llevará el pecado del
padre, ni el padre llevará el pecado del hijo”.
Dt.24:
16 “Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres, cada uno
morirá por su pecado”.
Jn.1:
12-13 “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre
(por herencia de familia), ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón,
sino de Dios”.
Entonces,
si Dios afirma en tantos pasajes de la Biblia que la salvación es algo
personal, individual, no por familia. “Cada uno dará a Dios cuenta de sí”. Que
ni aún los padres pueden reclamar la salvación de sus hijos. Y sabiendo que en
la infalible Palabra de Dios no pueden haber contradicciones ¿Por qué Pablo le
dice al carcelero que será salvo él y su casa?
La
única interpretación lógica, para no tener contradicción con la enseñanza
general de la Biblia sobre este tema, es que
esa fue una profecía que Pablo, guiado por el Espíritu Santo, le entregó
al carcelero. Pero no es una promesa para todos los creyentes.
Interpretarlo
de otra manera, rompería la armonía y fluidez natural que posee la Palabra de
Dios, y nos llevaría a conflicto con los pasajes que ya hemos analizado.
La
realidad es muy evidente y nos obliga a entenderlo de esa manera, porque la
lista de padres creyentes que registra la Biblia y que tuvieron hijos
inconversos, es muy grande.
Además,
si fuera una promesa solamente para la iglesia, desde sus orígenes tendría que
haber crecido en una progresión geométrica que hubiera significado que hace
muchos siglos, toda la humanidad tendría que ser creyente. Pero bien sabemos
que la Biblia dice lo contrario; refiriéndose a los últimos tiempos afirma
(Mt.24:12) “por haberse multiplicado la maldad”. (2Tm.3: 13) “mas los malos
hombres y los engañadores irán de mal en peor”.
Si
creyéramos, como enseñan algunos malos maestros, que eso es una promesa para
todos los padres, entonces nos encontraríamos ante el absurdo de reconocer que
Dios no cumple sus promesas o que en la Biblia existen contradicciones, lo cual
sería reconocer que contiene errores y dejaría de ser la infalible Palabra de
Dios.
Esta
simple consideración, nos obliga a entender que lo que dijo Pablo al carcelero
de Filipos: “serás salvo, tú y tu casa” fue una profecía con aplicación
particular a esa persona, no es una promesa para todos.
La
salvación es individual, no por familia. Seguramente que también por eso dice
el Señor que la puerta de la salvación es angosta y que son pocos los que se
salvan. Se entra de a uno, no por grupos.
Que
el Espíritu Santo saque del error a aquellos que guiados por falsos maestros,
creyeron que era suficiente “Nacer en el evangelio” como muchos equivocadamente
afirman para indicar que como sus padres son del Señor, ellos también lo son;
no es así. Haber nacido en un hogar cristiano le hace más responsable, pero no
más salvo. La salvación es algo personal.
Por
este motivo la Biblia enseña que cuando el Señor venga a buscar a su iglesia,
dos estarán juntos, el uno será tomado, y el otro será dejado. ¿Está usted
preparado? Puede que sus padres sean del Señor, pero eso significa solamente
que ellos serán tomados y usted quedará aquí. O que su esposa sea creyente, y
ella será llevada, y usted no.
La
Biblia también afirma que todos los niños se irán con él, porque de ellos es el
reino de los cielos ¿No quiere estar en esa eternidad que se acerca, junto a
ellos?
No
desatienda el llamado que el Señor le hace hoy: “Venid luego y estemos a
cuenta, si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana”.
Acepte
a Cristo y Su obra redentora hoy, cuando la puerta de la salvación aún
permanece abierta, quizás mañana será demasiado tarde.
El
Señor viene pronto, y cuando él venga y se lleve Su iglesia, dice en Mt.25: 10
que se cerrará la puerta, y si usted aún no es salvo, se quedará aquí. ¿No
quiere estar en la eternidad junto a él, con sus seres queridos que tanto le
han hablo del Señor? Que así sea.
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