N° 50
Por Jack Fleming
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1Cor.15: 35 "pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos?
¿Con qué cuerpo vendrán?
Filp.3: 21 "el cual transformará el cuerpo de la humillación
nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya".
Los primeros creyentes ya se hacían esta pregunta: ¿Con qué cuerpo
resucitarán los muertos? La resurrección era una doctrina muy antigua,
tal es así que incluso el patriarca Job estaba muy conciente de esa
realidad. Pero lo que no sabían era cómo habría de ser ese cuerpo.
Solamente en el Nuevo Testamento encontramos luz suficiente para
comprender esta doctrina. Dice en 1Ts.4: 16 "El Señor mismo con voz de
mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo;
y los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros los que
vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos
en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre
con el Señor".
Es en ese momento maravilloso que habremos de recibir un cuerpo de
gloria. Los muertos en Cristo y los que estemos vivos en ese día
majestuoso, en un abrir y cerrar de ojos, nuestros cuerpos serán
transformados.
En 1Cor.15 en los versos 51 y 52 encontramos la respuesta a esta
interrogante: "He aquí os digo un misterio: No todos dormiremos; pero
todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos,
los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos
transformados, porque es necesario que esto corruptible se vista de
incorrupción, y esto mortal de inmortalidad".
Añade en los versos 42 al 49 "Así es la resurrección de los
muertos. Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se
siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad,
resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo
espiritual. Y así como hemos traído la imagen del terrenal (Adán),
traeremos también la imagen del celestial (Cristo).
A través de estos pasajes, comprendemos que el cuerpo de gloria del
cristiano será:
INMORTAL. Vivirá eternamente sin jamás ver muerte. Qué
bendición más sublime, vivir para siempre sin tener que separarnos de
nuestros seres amados. La inmortalidad es el don más buscado por el hombre;
todos estarían dispuesto a pagar cualquier precio por obtenerla, pero
debido a su ceguera e incredulidad, se encuentran privados de ella.
La inmortalidad Dios la ha reservado únicamente para los que se han
arrepentido de sus pecados y nacieron de nuevo en Cristo Jesús; para
todos los que se han apropiado de esa obra redentora del Señor.
INCORRUPTUBLE. Será un cuerpo que vivirá en un estado de
pureza que nunca verá corrupción. ¿Podemos imaginar un cuerpo que no
pueda ser afectado por la enfermedad ni el dolor? ¿Un cuerpo que no
envejezca jamás?
Ese es el cuerpo que Dios nos dará a los que somos hijos suyos. Con
cuanto afán el hombre ha buscado la eterna juventud; si supieran cuan
cerca está de ellos. El Señor la ha puesto a su alcance, pero el hombre
se ha empecinado en probar otros caminos.
Cuan cierto es que hay caminos que al hombre le parecen derechos,
pero su fin es camino de muerte. En cambio rehúsan escuchar la invitación
amorosa del Señor: "Venid a mí. Yo soy el camino".
GLORIOSO. Recibiremos un cuerpo lleno de gloria y
esplendor. Los querubines se cubren ante la majestad de nuestro Dios, en cambio
nosotros podremos verle cara a cara, porque su gloria no nos podrá
anonadar. Seremos semejantes al cuerpo de gloria del Señor.
En 1Jn.3: 2 también nos rebela esta verdad: "Amados, ahora somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él".
PODEROSO. Será un cuerpo que no estará limitado a las leyes
físicas terrenales. El hombre incrédulo fantasea con personajes de
ficción, otorgándoles diversos poderes.
Si conocieran el cuerpo poderoso que los creyentes habremos de
recibir, tendrían que admitir que sus personajes imaginarios son modestas
caricaturas. Hermanos, hoy tenemos un cuerpo de humillación, sujeto a las
limitaciones de la carne, pero pronto habremos de recibir un cuerpo
poderoso.
ESPIRITUAL. Con propiedades diferentes a las actuales. Una
de ellas será que hoy en nuestros cuerpos terrenales, la vida está en
la sangre; en cambio en ese cuerpo celestial, la vida estará en el
espíritu.
Dice 1Cor.15: 49 "así como hemos traído la imagen del terrenal,
traeremos la imagen del celestial" es decir, de Cristo. En Filp.3: 21
confirma que seremos semejantes al cuerpo de la gloria suya. De allí que es
importante conocer como fue el cuerpo con el que resucitó el Señor.
Los evangelios nos relatan que los discípulos se encontraban
reunidos a puertas cerradas, cuando el Señor se presentó en medio de ellos y
les dijo: "Paz a vosotros".
En Lc.24: 37-43 dice: "Entonces, espantados y atemorizados, pensaban
que veían espíritu, pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y
vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que
yo mismo soy; palpad, y ved; porque un espíritu no tiene carne ni
huesos, como veis que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró las manos y los
pies; luego les dijo: ¿Tenéis aquí algo de comer? Entonces le dieron
parte de un pez asado, y un panal de miel. Y él lo tomó, y comió delante
de ellos".
Este pasaje nos enseña que el Señor resucitó con un cuerpo real.
Tenía carne y hueso como él mismo lo aseguró, aunque no menciona sangre,
pero seguía siendo tan real que se podía tocar.
Nuestros cuerpos terrenales están compuestos de carne, hueso y
sangre, y la vida está en la sangre. El cuerpo de gloria será de carne,
hueso y espíritu, y la vida estará en el espíritu. Así fue el cuerpo del
Señor, y nosotros seremos semejantes a su cuerpo de gloria.
Era un cuerpo poderoso, que no estaba limitado a las leyes físicas.
Juan nos dice que estando las puertas cerradas, el Señor se puso en
medio de ellos. Aunque tenía carne y huesos, podía traspasar murallas.
En Mt. 28 nos relata que cuando resucitó y tuvo ese encuentro con
María Magdalena, concertó una cita con sus discípulos en Galilea, que
queda como a 150 Kms.
También sabemos que ese cuerpo que ellos vieron y tocaron, fue el
que subió al cielo, quebrantando todas las leyes de la gravedad y la
falta de oxígeno, y muchas otras limitantes para nuestros cuerpos
terrenales. Pero su cuerpo, aunque era de carne y huesos, pudo elevarse por el
espacio infinito hasta llegar a la morada misma de Dios, más allá del
cielo estelar.
Algunos científicos han tratado de ridiculizar la ascensión del
Señor, diciendo que debido a la gran dimensión del universo, todavía le
faltarían muchos millones de años para llegar hasta el tercer cielo, donde
está el trono de Dios.
Éstos ignoran voluntariamente que el cuerpo con el cual resucitó el
Señor fue un cuerpo poderoso, que no está limitado a las leyes físicas
que nosotros conocemos. Además, haciéndome necio como ellos, podría
decir que Albert Einstein, en el año 1905 publicó su famosa ley de la
relatividad, donde explica que hasta el tiempo es relativo y cambiante.
Pero la verdad es que el gran Creador y Legislador, está muy por
encima de los escasos y mediocres conocimientos, que nosotros poseemos de
las infinitas leyes que rigen el universo.
Otra característica del cuerpo de gloria del Señor, es que fue
reconocible. En Jn.20: 16 dice: "Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella,
le dijo: Maestro". Algunos cristianos se preguntan si en el cielo nos
podremos reconocer.
En primer lugar hemos de recordar que el cuerpo de gloria será
extremadamente superior al actual, y no que habremos de ser menos
inteligentes. Si hoy, con los simples sentidos que poseemos somos capaces de
reconocernos, mayormente estaremos capacitados para hacerlo con ese cuerpo
de gloria, dotado de facultades superiores.
En el monte de la transfiguración, Pedro pudo en la revelación del
Espíritu, reconocer a Moisés y a Elías, por lo tanto en el cielo, con
cuerpos de gloria superiores al actual, obviamente que podremos
reconocernos.
Es evidente que en el cielo conservaremos nuestra identidad, pero en
cuerpos de gloria. Cuan maravilloso es el futuro que aguarda a los
creyentes. ¿Está Ud. preparado para esa eternidad que se acerca?
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