Cantar de los Cantares

MENSAJE N°
3
Por Jack Fleming
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Cantar de los Cantares Cap. 2 : 1-7
Ella dice: "Yo soy la rosa de Sarón, y el
lirio de los valles" Él contesta: "Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre
las doncellas" Ella dirigiéndose a sus amigas, dice:
"Como el manzano entre los árboles silvestres, así
es mi amado entre los jóvenes, bajo la sombra del deseado me senté y
su fruto fue dulce a mi paladar. Me llevó a la casa del banquete, y
su bandera sobre mí fue amor. Sustentadme con pasas, confortadme con
manzanas; porque estoy enferma de amor. Su izquierda esté debajo de
mi cabeza, y su derecha me abrace. Yo os conjuro, oh doncellas de
Jerusalén, por los corzos y por las ciervas del campo, que no
despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que
quiera".
Ella dice: Yo soy una flor común, pero muy amada por mi
Señor. A lo que el rey responde que efectivamente ella es un lirio,
pero entre los espinos, así es ella entre las doncellas; entre todo
lo que se ve en este mundo, solo ella es algo hermoso, fragante y
delicado, todo el resto es como espinos.
En la Biblia los espinos
representan el pecado, la caída de Adán y sus consecuencias. La
primera referencia a los espinos la encontramos en Gn.3:18 después
del pecado de Adán.
Dios sentenció sobre la tierra: "Espinos y
cardos te producirá". Los espinos brotan de la maldición de la
tierra.
Al Rey de Reyes, quien recibía la adoración de ángeles y
arcángeles, querubines y serafines, cuando descendió desde esa
excelsa gloria a este mundo de pecado (entre los espinos), el hombre
en una mofa y sadismo sin igual, le coronó de espinas que hirieron
sus sienes, llevando de este modo literalmente nuestro
pecado.
Otra referencia a los espinos la encontramos en Ex.3,
Moisés en el desierto recibió una revelación de Dios en una llama de
fuego, en medio de una zarza; él miró y vio que la zarza ardía en
fuego, pero no se consumía, y la presencia del Señor estaba allí.
La
zarza no se consumía, porque Dios nunca utiliza los recursos del
hombre en sus pecados, él descendió hasta los espinos y se manifestó
entre ellos. El fuego purificador de Dios comienza a sembrar,
hasta levantar entre ellos una flor, delicada y preciosa, su esposa,
la iglesia.
Esa es "su amiga" entre todas las doncellas, es única y
muy especial para él. "Como el lirio entre los espinos, así es mi
amiga entre las doncellas".
También este versículo parece indicar
la soledad y sufrimientos que experimentará ella entre los espinos
del mundo, como fue el caso del justo Lot en Sodoma.
Dice en 2Pd. 2:
7-8 "el justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados
(porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma
justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)".
"Como el
manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los
jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a
mi paladar".
Ella responde con una comparación muy hermosa,
impulsada por su amor profundo hacia su amado. Para ella él es
único, el mejor entre todos, que la atrae no solo por su apostura,
sino que también por el placer de su compañía.
El manzano es un
árbol de gran follaje, su flor muy aromática y su fruto dulce y
agradable. Comparado con los árboles silvestres, destaca no solo por
su sombra que provee, cosa muy preciada en las cálidas tierras de
Palestina, sino que además con la bendición de su agradable fruto.
Así es para ella su amado entre todos los jóvenes, alguien muy
preciado; no guarda comparación con nada "silvestre".
El Señor
Jesús vino a este mundo, y aunque lo hizo sin atractivo natural para
que le deseáramos, limitándose a sí mismo en un cuerpo humano
semejante al nuestro (pero sin pecado), tuvo hambre y sed, sufrió
cansancio y dolor, llegó a padecer la experiencia de las lágrimas.
Inclusive su dolor fue tan intenso, que dice la Biblia que su sudor
fue como grandes gotas de sangre.
Aún en su perfecta humanidad
brota, o mejor dicho: se desborda desde ese cuerpo santo, donde
habitó siempre toda la plenitud de la Deidad; Su divinidad que fue
algo inherente a su persona, que lo hizo destacar por sobre todos
los descendientes de la raza de Adán, algo que hasta sus enemigos
tuvieron que reconocer.
Esto fue lo que le permitió ofrecer esa
sombra protectora que es única en él, y que es tan agradable para su
esposa que transita por las áridas tierras del desierto de este
mundo.
No hay nada más delicioso después de una larga caminata bajo
el sol abrasador, caer rendido a los pies de un árbol frondoso, y si
a eso le añadimos poder saborear su apetitoso fruto, dulce y jugoso,
nuestro gozo es perfecto.
"Bajo la sombra del deseado me senté".
¡Sí! Bajo la sombra del deseado se sentó embelesada. No en vano en
Hageo 2:7 se le llama al Señor, el Deseado: "Vendrá el Deseado de
todas las naciones, y llenaré de gloria esta casa".
Ella cae
embelesada ante la contemplación espiritual de su amado. "Y su fruto
fue dulce a mi paladar". Su fruto, hace referencia a su obra, pero
aquí no es la delicia que experimentó cuando estuvo a su mesa,
rodeada con todos aquellos que participan del gozo de su presencia
en esa comunión tan especial. No, aquí está a solas con su amado,
disfrutando de sus caricias, contemplando su obra, su vida que fue
ofrecida por nosotros.
Solamente el Espíritu Santo fluyendo
libremente en nosotros, podrá darnos una contemplación tan sublime y
llena de gozo, como lo es la experiencia que nos describe esta
doncella, es una dulzura espiritual tan singular, que es muy difícil
expresarla en palabras.
Únicamente aquellos que han caído rendidos a sus
pies (exentos de emocionalismo y estímulos religiosos), embelesados
de amor por el Señor, sabrán de qué estoy hablando.
"Me llevó a
la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor". Cuando hemos
logrado disfrutar del éxtasis de su presencia, en un gozo muy íntimo
y personal, el Señor nos trasladará a placeres nuevos: "a la casa
del banquete", allí él nos ofrece un festín de abundancia
espiritual.
"Su bandera sobre mí fue amor". Seguimos tras la
bandera de amor que él despliega delante de nosotros, como el
soldado valeroso que sigue la bandera que ha jurado defender y nunca
abandonar, aunque en ello le cueste su propia vida. Eso es lo que
nos motiva a caminar y trabajar para él, aunque en ello nos lleve la
vida; su amor que nos cautiva.
"Susténtame con pasas, confortadme
con manzanas, porque estoy enferma de amor". Aliméntame con algo
dulce y fragante, con algo refrescante y delicioso, que desfallezco
de amor, estoy exhausta de felicidad. Esta ha sido la experiencia de
los cristianos que han llegado a percibir profundamente la presencia
del Señor que los rodea.
En la biografía de Moody leemos una
alusión a esta presencia del Señor que le sobrecogió de tal manera,
que sintió que no podía contener el gozo que fluía a través de él,
que tuvo que rogar al Señor que se detuviera, porque su humanidad no
podía resistir su gloriosa divinidad.
Los goces de su presencia
pueden sobrepasar todo nuestro entendimiento e ir más allá de
nuestras fuerzas. Lo mortal no puede rozar lo divino; solamente
demos liberar nuestro espíritu para que se remonte a las alturas,
para disfrutar del placer de su cercanía.
"Su izquierda esté
debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace". Nos habla no solamente
de su cercanía e intimidad que disfrutamos, sino de su gracia
sustentadora para que seamos capaces de soportar el amor con que él
abraza.
"Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalén". La sulamita
se dirige a las damas de la corte, para que entiendan que el amor no
puede ser despertado desde fuera, tiene que nacer desde su interior,
tan libre y espontáneo como los corzos y las gacelas del campo, que
no están enjauladas, sino que corretean libremente.
Solamente
cuando dejemos fluir nuestro espíritu en su presencia, nos
detengamos y hagamos un alto en nuestras vidas, y reposemos bajo la
sombra del deseado; es que podremos gozar de experiencias como las
aquí descritas.
No en vano el Señor dijo a Marta: "Marta, Marta,
afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es
necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será
quitada".
La buena parte está, no en nuestro trabajo, aunque sea
para el Señor, la buena parte está a los pies del Señor. Que el
Espíritu Santo nos guíe para disfrutar más plenamente de esos
momentos de intimidad con nuestro amado. Amén.
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