Cantar de los Cantares

MENSAJE N °
5
Por Jack Fleming
Cantares 5 escuchar en MP3
Cant.2: 16 - 3: 5 "Mi amado es mío, y yo
suya; él apacienta entre lirios. Hasta que apunte el día, y huyan
las sombras, vuélvete, amado mío, sé semejante al corzo, o como el
cervatillo sobre los montes de Beter. Por las noches busqué en mi
lecho al que ama mi alma, lo busqué, y no lo hallé. Y dije: Me
levantaré ahora, y rodearé por la ciudad, por las calles y por las
plazas buscaré al que ama mi alma, lo busqué, y no lo hallé. Me
hallaron los guardas que rondan la ciudad, y les dije: ¿Habéis visto
al que ama mi alma? Apenas hube pasado de ellos un poco, hallé luego
al que ama mi alma, lo así, y no lo dejé, hasta que lo metí en casa
de mi madre, y en la cámara de la que me dio a luz. Yo os
conjuro, oh doncellas de Jerusalén, por los corzos y por las ciervas
del campo, que no despertéis ni hagáis velar al amor, hasta que
quiera".
Al inicio del estudio de este libro, considerábamos que
la primera referencia indudablemente está dirigida a la intimidad
santa del matrimonio. Porque Dios considera sagrada, limpia y pura
la relación entre un hombre y una mujer dentro del matrimonio.
Aunque el clero de los romanistas, a través de los siglos, siempre
ha sostenido una posición muy oscura sobre la materia y que está
manchada de hechos nauseabundos como homosexualidad, pedofilia y
otros desvíos sexuales que ellos han practicado a lo largo de la
historia, debido al estado de anormalidad que son sometidos.
La
Biblia habla sin contradicciones sobre el derecho de los obispos y
demás personas que se dedican al servicio de la iglesia a tiempo
completo, que se casen.
1 Tm.3: 2 - 5 "es necesario que el
obispo sea irreprensible, marido de una sola mujer... que gobierne
bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad
(pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la
iglesia de Dios?)".
Inclusive el apóstol Pedro era casado
(Mt.8:14). La única alusión a la prohibición del matrimonio, la
encontramos en 1Tm.4: 1-3 "el Espíritu dice claramente que en los
postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a
espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía
de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, PROHIBIRÁN
CASARSE".
En el libro de Daniel 4: 37 donde entrega algunas de
las características del anticristo, dice: "no hará caso del amor de
las mujeres".
Todo el libro de Cantar de los Cantares es una
reivindicación a esa unión establecida por Dios. Aún la descripción
detallada del romance en el matrimonio, el Señor lo ha consignado
para nuestra enseñanza y exhortación.
Porque lamentablemente muchos
varones creen que el romance, la galantería y la delicadeza, es
parte exclusiva del noviazgo y que termina con el matrimonio.
Por
otro lado, las mujeres creen que su gracia femenina de cuidar su
apariencia personal, también concluye con el matrimonio.
De esto
y mucho más nos enseña Dios en este hermoso libro; por lo tanto,
todo matrimonio que preste atención a lo que aquí expone el Señor,
será altamente bendecido en su relación con su cónyuge.
Pero en
el desarrollo de estos pasajes bíblicos, me he concentrado
principalmente en el simbolismo expresado de una forma magistral y
poética, de lo que es la relación de Cristo con su esposa, la
iglesia.
"Mi amado es mío, y yo suya; él apacienta entre lirios".
Ella reconoce el compromiso indisoluble que la une con su Señor. Sin
embargo encontramos que en el versículo 8 se inicia un enfriamiento
por parte de ella.
Es el comienzo de un alejamiento, porque la
hermosa intimidad descrita en el capítulo uno, ha desaparecido, allí
la vimos disfrutar plenamente de la abundancia de la mesa de su
amado.
Luego, en la primera parte del capítulo dos, deleitarse bajo
la sombra del deseado. Pero ahora la encontramos recluida en su
soledad y una pared se ha interpuesto entre ella y su amado, como lo
reconoce en el versículo 9.
Él la ha llamado insistentemente a
retomar su compañía. Vr. 13 "Levántate, oh amiga mía, hermosa mía,
ven".
Ella aún persiste en ser el centro de atracción de su
Señor: "Yo soy su lirio y él me ama en forma muy especial, y estoy
plenamente satisfecha".
Está confiando en lo que ella es para él,
pero ella ha fracasado en responder a su llamado, porque él ha
dejado de ser el centro de su vida. Quizás, sin darse cuenta,
permitió que otras cosas ocuparan su corazón.
"Hasta que apunte
el día, y huyan las sombras". Ya no disfruta de esa comunión de los
días cálidos, donde ella correteaba junto a él por las verdes
praderas, ni goza de ese lecho de flores.
Ahora reconoce que hay
sombras en su vida, que no ha cumplido ni satisfecho las demandas
del corazón de su amado, pero anhela que él regrese.
"Vuélvete,
amado mío". Hay un vacío en su corazón y ella desea que regrese el
gozo de su primer amor, ansía la presencia de su amado junto a
ella.
Nota con angustia lo que ha perdido al permitir que su
corazón haya desplazado a su amado por otras cosas que ocuparon su
atención.
"Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma".
Ella está buscando una recuperación de sus propios sentimientos
palpables de su presencia.
Vemos que se refiere a noches, en plural.
Su angustia se había extendido por varios días en su vida, cuya
aflicción se veía acrecentada con la soledad y oscuridad de la
noche.
En su ceguera espiritual "cree" que lo está buscando, pero
no ha hecho más que estirar sus brazos para intentar palpar su
presencia. Está actuando con una comodidad que no guarda relación
con la angustia que dice afligir su alma.
"Lo busqué, y no lo
hallé". Evidente, porque está buscando en el lugar equivocado, pero
reacciona: "Y dije: Me levantaré ahora, y rodearé por la ciudad, por
las calles y por las plazas, buscaré al que ama mi alma".
Hasta
aquí, ella había buscado a su amado solamente en el lugar de reposo,
su lecho; buscaba según sus sentimientos palpables la presencia de
él. Pero el amor maduro del creyente no está limitado a
circunstancias, lugar, espacio ni tiempo.
Es algo que lo lleva
siempre dentro de su corazón, y que las variantes de la vida no le
hacen cambiar sus sentimientos, ni el gozo desaparece cuando las
circunstancias temporales de la vida sean adversas.
A esto se
refiere Pablo en su epístola a los filipenses capítulo 4 "Regocijaos
en el Señor siempre, otra vez digo: Regocijaos... Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece".
Y esta fuerza interna de su amor por su
Señor, es lo que le permitió cantar himnos, aún desde el calabozo de
más adentro.
Esta sulamita entiende que para recuperar el gozo de
la presencia de su amado, debe dejar sus lamentos insensatos, dejar
su lecho de reposo y levantarse.
Seguramente recordamos como el
Señor no le permitió a Pedro tenderse en ese lecho, cuando en el
monte de la transfiguración le propuso al Señor quedarse allí y
levantar enramadas para gozar permanentemente de su presencia.
La
sulamita ahora se propone salir al encuentro de su amado, "rodear
por la ciudad". Buscar dentro de los muros de la ciudad celestial,
fuera del alcance del gigante desesperación, y del pantano de la
pereza y formalismo religioso.
Detrás de esos fuertes muros que
protegen la ciudad, tampoco se vería el castillo de la duda;
solamente se propuso recorrer por las calles de los evangelios,
buscando a quien amaba su corazón, para regocijarse por las grandes
avenidas de las epístolas, cuyos frondosos árboles refrescarían su
alma.
Parece ser que aunque su propósito era correcto, su ansia
por encontrar pronto a su amado, la llevo primero a transitar por
los laberintos de atractivos colores que son los libros de hombres,
los enormes templos con complejas liturgias y grandes coros.
No
fue directamente a la fuente de agua viva que es la Palabra de Dios,
el resultado fue: "Lo busqué, y no lo hallé. Me hallaron los
guardias que rondan la ciudad". Cuando caían las sombras en la
ciudad, los guardas protegían a los ciudadanos en medio de la
oscuridad.
Dios también en su misericordia a provisto de guardas
que protegen a su pueblo, siervos fieles y consagrados, aunque son
pocos, allí están con sacrificio y lealtad guiando a aquellos que se
extravían.
Sin embargo, ellos no pueden hacer más que indicar el
camino, darles instrucciones, pero cada uno debe extender su propia
mano para asirse del Señor. Nadie podrá hacer eso por ti, porque es
una experiencia personal.
"Apenas hube pasado de ellos un poco,
hallé luego al que ama mi alma". Lo que destaca este pasaje, es que
por sobre el amor de ella y las buenas intenciones de los guardas,
está el amor inmutable del Señor que sobrepasa al de ella y de esos
guías.
"Apenas hube pasado de ellos un poco". Sí, es verdad que
estos guardas estaban muy cerca del Señor, pero sobresale el amor e
interés del Señor para ser encontrado.
"Lo así, y no lo dejé,
hasta que lo metí en casa de mi madre". Su corazón se regocijó en
gran manera, se aferró fuertemente de él; pero se ve que aún su amor
no había madurado, porque desea aprisionarlo junto a ella.
El
amor verdadero no esclaviza ni ahoga, sino que da libertad. Cuando
él desee nos entregará libremente, nuevas experiencias de su
presencia. Pero el Señor comprende su angustia y es él quien
desciende amorosamente hasta el nivel de ella para dejarse
conducir.
No escuchamos ningún reproche, pero hemos de entender
que el Señor desea que aprendamos a seguir gozosos, aún en momentos
que nos es difícil ver su rostro.
Cuando los problemas inherentes a
la vida de este mundo nos afligen, tenemos la tendencia a creernos
los más desdichados del mundo, y hasta con insolencia algunos se
preguntan ¿Por qué Dios permite esto? o ¿Dónde está Dios? En vez de
preguntarnos: ¿Qué quiere Dios enseñarme con esto?
No creamos esa
mentira del diablo que nos asegura que somos los más atribulados,
que nadie sufre más que nosotros. En 1 Pd.5: 9 dice: "Resistid
firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van
cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo, mas el Dios de
toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después
que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione,
afirme, fortalezca y establezca".
Esto está dicho en primera
instancia para los cristianos que eran brutalmente perseguidos y
lanzados al circo romano para ser devorados por las fieras. ¿Cuánto
más será para aquellos que se encuentran encerrados en sus casas,
llorando su propia aflicción?
Debemos aprender a mantenernos
firmes en la fe y en el amor de nuestro Salvador, aún en esos
momentos de aparente soledad, cuando las aflicciones nos impiden ver
el rostro del Señor.
Concluye este trozo de Cantares, cuando ella
se coge con fuerza de su amado, pero aún en un estado de inmadurez.
Ella no discierne todavía lo que es del espíritu y lo que es una
emoción del alma, pero el Señor, amorosamente la abraza y la
sostiene.
Que el Señor nos dé más sabiduría y espiritualidad,
para madurar en nuestro amor hacia él. Que así sea.
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