Preguntas Frecuentes

por Jack Fleming

N° 182

¿Qué hacer cuando la corrupción y el comercio se ha generalizado en las iglesias de hoy?

RESPUESTA

Cuando vino el Señor la primera vez, los líderes religiosos de Su época habían transformado la casa de Dios (el templo), en cueva de ladrones. Hoy que estamos ante la proximidad inminente de la segunda venida del Señor, de igual manera los líderes religiosos han transformado Su casa (la iglesia) en cueva de ladrones.

El mundo entero se estremece como la mujer que va a dar a luz, con dolores de parto, que van en aumento en frecuencia e intensidad. Todo lo cual es un anuncio irrefutable que ese gran día está muy cerca, por lo tanto la condición de la "cristiandad" no puede ser otra, porque así lo anunció el Señor que habría de ser cuando Él volviera por los suyos, que corresponde a las características de la última iglesia, Laodicea.

Ap. 3:16 "Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
Ap. 3:17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo".

Cada día se hace más difícil encontrar una iglesia que no esté contaminada con doctrinas espurias y prácticas del mundo que han introducido sus líderes, para atraer la mayor cantidad posible de personas a quienes pedirles el diezmo, las ofrendas y demás actividades mercantiles, que han transformado las iglesias modernas en un muy buen negocio para esta clase de "pastores" inescrupulosos y sin temor de Dios.

Con toda justicia dice el Señor que cuando Él venga le dirá a estos traficantes de almas:
Mat 7:22 "Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?
Mat 7:23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad".

Cuando no se encuentra un lugar digno de ser llamado la casa de Dios, lo único que puede hacer el creyente verdadero, es replegarse a la última línea de fuego que nos queda, nuestros hogares. Así se formó y resistió la iglesia todas las más brutales embestidas del enemigo durante los tres primeros siglos.

Nunca la iglesia fue más pura, fuerte y creció en forma más arrolladora, como cuando se reunía con sencillez en las casas de los hijos de Dios; sin liturgias y moldes impuestos por hombres, porque la verdadera guía y fortaleza estaba en la conducción directa del Espíritu Santo.

Seguir quejándonos de las irregularidades e inmoralidades que vemos en la iglesia que nos congregamos, y al mismo tiempo continuar contribuyendo con nuestro dinero para mantener esos sistemas corruptos, es una inconsecuencia que raya en lo absurdo y cae en una necedad que además nos hace cómplices de esos pecados que se toleran y practican allí.

Hasta la ley de los hombres condena a los encubridores como cómplices de un delito que conocemos y no lo denunciemos a las autoridades competentes. ¿Cuánto más culpables habrán de ser hallados ante el Señor quién es infinitamente más justo y santo?

¿Podrá el tal decir con propiedad y honestidad como dice el salmista en la Palabra de Dios?
Sal. 26:1 "Júzgame, oh Jehová, porque yo en mi integridad he andado;
Sal. 26:4 No me he sentado con hombres hipócritas, ni entré con los que andan simuladamente.
Sal. 26:5 Aborrecí la reunión de los malignos, y con los impíos nunca me senté".

Si no existe en su ciudad una iglesia que no se encuentre contaminada con las modas del mundo, el engaño del diezmo y demás actividades mercantiles; significa que ha llegado el momento de levantar con mayor énfasis el altar familiar en su hogar, para su propio beneficio espiritual y el de su familia.

El jefe de familia debe tomar el lugar que legítimamente le corresponde como sacerdote del Dios Altísimo. Para conocer más sobre este tema, le invito a leer (o escuchar) el MENSAJE Nº 45.

La promesa del Señor (que muchos repiten sin apreciar el significado glorioso que tiene) dice: Mat 18:20 "Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos".

Reunirse en Su nombre, es mucho más que colocar un rótulo en la puerta de entrada, es cumplir con las ordenanzas que Él nos ha dejado en Su Palabra, es someternos a Su voluntad y no a la nuestra.

Podemos leer Su Palabra, orar juntos, cantar a nuestro Señor. Y especialmente brillar en el sitio que el Señor nos ponga, en el trabajo, en la familia, en el lugar que vivimos y ante todos aquellos que el Señor nos permita la oportunidad de entregarle las buenas nuevas de salvación.

En medio de tanta hipocresía que el mundo es testigo, donde muchos se ponen el "traje de creyente" únicamente cuando acuden a la iglesia, nuestro testimonio fiel y consecuente será grandemente apreciado, nuestra palabra será escuchada con respeto.

Si consideramos la situación que debió enfrentar Noé en sus días, frente a todo un mundo que había renegado de Dios, quizás logremos entender mejor el alcance de aquello que dijo el Señor para el tiempo cuando Él volvería por los Suyos.

Mat 24:36 "Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.
Mat 24:37 Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre".

Noé fue grandemente recompensado por haberle creído a Dios. De igual manera lo serán todos los hijos de Dios que con fidelidad y perseverancia han preferido continuar solos con el Señor su camino hacia la gran ciudad celestial, antes que sentarse junto con los hipócritas y aquellos que mancillan el nombre bendito de Cristo Jesús.

Hermano, hermana, no decaiga vuestro ánimo, porque estamos por llegar a las puertas de esas moradas celestiales que nos ha prometido el Señor. Muy pronto escucharemos esas palabras célicas de nuestro Salvador: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor".



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