N° 18
Por Jack Fleming
www.EstudiosMaranatha.com
Son muchos los lectores superficiales de
la Biblia que creen ver una discrepancia entre las enseñanzas Paulinas y las de
Santiago. Pablo enseña enfáticamente que somos salvos por medio de la fe, no
por obras.
El evangelio de la Gracia se destaca con inusitado
relieve en cada página de los escritos del apóstol Pablo. En cambio Santiago
señala otro aspecto “del que ya es salvo”. Es decir, el paso que sigue y revela
nuestra salvación a quienes nos rodean, que tan solo pueden ver nuestra fe a
través de las obras.
Hemos de entender que Pablo y Santiago fueron
meramente instrumentos humanos empleados por el Espíritu Santo para
transcribirnos la revelación de Dios, porque TODA la Escritura es inspirada por
Dios. Si aceptamos esta verdad, que es un principio básico del cristianismo,
estamos obligados a admitir que en ella no puede haber contradicciones. Existen
pasajes que nos pueden resultar
difíciles de comprender, pero jamás discrepancias, porque dejaría de ser la Palabra
de Dios.
No existe un conflicto entre lo que escribe Pablo y
Santiago, únicamente hay un énfasis distinto y un problema diferente que cada
uno trata en particular. Pablo nos enseña “cómo” ser salvos y que eso se
obtiene exclusivamente a través de la Gracia; es un regalo de Dios al hombre y
en ella no hay la más mínima participación humana.
Toda la obra de la salvación es de origen divino. El
hombre no puede hacer absolutamente nada para salvarse, porque está “muerto” en
sus delitos y pecados (Ef.2: 1). No necesita hacer nada, porque ya todo está
hecho por el Señor Jesucristo.
Cuando le preguntaron a Pablo: ¿Qué debo hacer para
ser salvo? (Hch.16: 30-31), su respuesta clara y precisa fue: “cree en el Señor
Jesucristo y serás salvo”. No existe nada que el hombre deba o pueda hacer.
Este principio elemental, que no admite ni deja cabida para otra interpretación
en el plan de la salvación, es lo que confirma y ratifica reiteradamente cada
libro de la Biblia. Entonces, necesariamente tenemos que pensar, considerando que la Palabra de Dios no puede tener
contradicciones, que Santiago está hablando de un asunto diferente.
En este trozo de Stgo.2: 14-26 el tema que considera, es que habían algunos
que “decían” ser creyentes. “Decían” tener fe, y Santiago, haciendo uso de las
enseñanzas del Señor Jesucristo que había dicho que “por sus frutos los
conoceréis”, les reprende y los insta a hacer un repaso del fundamento de su
fe.
Dios conoce a los suyos sin necesidad de ver sus
frutos porque ve sus corazones, como fue el caso del ladrón que se arrepintió
en la cruz; pero nosotros los hombres no vemos el corazón, solamente los
frutos. Únicamente basándonos en el testimonio personal podemos reconocer
quienes son del Señor y cuales no, y aún así podemos equivocarnos.
En la epístola a los Gálatas, que fue escrita según se
creen en el año 56 en plena época apostólica, ya había falsos hermanos que
habían logrado engañar a los cristianos de ese tiempo introduciéndose en las
iglesias como si fueran salvos. Gál.2: 4 “y esto a pesar de los falsos hermanos
introducidos a escondidas”.
El juicio humano, basándose en los frutos, en el
testimonio de las personas, no es 100% efectivo. Gracias sean dadas al Señor,
que no será responsabilidad humana determinar quienes se irán al cielo y
quienes se quedarán, porque solamente el juicio de Dios es infalible y él no se
equivocará, nadie logrará engañarle.
Éste es el tema que está desarrollando Santiago. Dice
en el capítulo 2 vr. 14 “¿de qué
aprovechará si alguno DICE que tiene fe, y no tiene obras?" ¿Podría ESA fe, estéril, sin poder, sin fruto, muerta
como la califica en el verso 26; logrará esa fe salvarle? Obviamente que no, porque para nosotros se
trataría de un inconverso, debido a que no vemos frutos.
Por este motivo dice en el vr. 18“Muéstrame tu fe” ¿A quién? A nosotros, porque Dios no necesita de las obras para
saber quienes son de él, pero nosotros sí. Esto es lo que Santiago reitera en
el vr.24 cuando dice: “vosotros veis”. Nosotros solamente podemos saber si una
persona ha sido justificada y lavada en la sangre de Jesucristo, cuando vemos
sus frutos. De lo contrario pensaremos que se trata de una fe falsa, muerta,
porque es estéril y no da frutos.
Pero como he indicado, nuestro juicio no será
considerado cuando Cristo venga a buscar Su iglesia, porque él conoce a los
suyos. Entonces algunos que se creían salvos y eran reconocidos y aceptados por
la cristiandad como creyentes verdaderos; inclusive grandes predicadores, se
quedarán aquí. Mt. 7: 22 “MUCHOS me
dirán en aquél día; Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en el nombre
de Jesús echamos fuera demonios e
hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí, apartaos de
mí, hacedores de maldad”.
El argumento de Santiago es que la fe verdadera es la
que puede verse en la vida del creyente. No basta con decir que ha creído (o
peor aún como muchos dicen hoy en día, que han nacido en el evangelio, porque
provienen de una familia cristiana), hemos de ver sus frutos. Stgo.2: 18
“Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”. La única
forma de hacer visible nuestra fe delante de los hombres, es por medio de
nuestras obras.
Luego expone el ejemplo de Abraham, dice en el vr.21
“¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre? ¿No veis... que la fe actuó
juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?
Si nos detuviéramos allí, podríamos pensar que
Santiago dice que Abraham fue justificado por la fe y las obras. Pero continúa
diciendo: “y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue
contado por justicia”. ¿Qué le fue contado por justicia? ¿sus obras? ¿o su fe y
sus obras? Lo leemos claramente en el vr. 23 “Abraham creyó a Dios y le fue
contado por justicia. Abraham fue justificado por su fe, la cual fue visible a
los hombres a través de sus obras.
¿Por qué dice que la fe de Abraham se perfeccionó por
las obras? Lo ha explicado en Stgo.1: 2-4 “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas
pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la
paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os
falte cosa alguna”.
Dice que cuando nuestra fe es puesta a prueba, se
perfecciona, que es lo mismo que afirma Pedro en 1Pd.1: 7 “Para que sometida a prueba vuestra fe,
mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego,
sea hallado en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.
En conclusión, Santiago está analizando la salvación
desde el punto de vista humano. Como nosotros podemos reconocer a un verdadero
hermano en la fe. Solamente podemos “ver” su fe a través de sus obras. Pero la
salvación eterna de nuestras almas se obtiene sin las obras, porque es un
regalo de Dios. Además ¿qué podría ofrecer un “muerto” en delitos y pecados?
(Ef.2: 1).
Sin la intervención directa de Dios, nadie sería
salvo, porque (Rm.3: 11) “No hay quien busque a Dios”. El mismo Señor de la
Gloria lo confirma en Job 41: 11 ¿Quién me ha dado a mí primero, para que yo
restituya?. O como lo transcribe Pablo en Rm.11: 35 ¿Quién le dio a él primero,
para que fuese recompensado?”.
Inclusive las
obras que podamos realizar son fruto del Espíritu Santo, y (Filp.2:13) “Dios es
quien produce tanto el querer como el hacer”. Quien además las planificó y
diseñó desde antes de la fundación del mundo (Ef.2: 10) “las cuales Dios
preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Pero los que intentan poner el carruaje delante del
caballo, sostienen que Dios en su Omnisciencia “vio” anticipadamente las obras
y las consideró en nuestra elección, lo mismo que nuestra fe; como si nosotros
pudiéramos ofrecerle algo a Dios para que nos prefiriera al entregarnos el
regalo de la salvación, que de ser así, ya no sería regalo, sino un premio.
Olvidan voluntariamente que aún la fe proviene del
Señor y él es el autor de principio a fin de ese don maravilloso, (He.12: 2)
“Jesús, el autor y consumador de la fe”. Y el que la
reparte como él quiere (Rm.12: 3) “conforme a la medida de fe que Dios repartió
a cada uno”.
La salvación se obtiene sin la mediación de las obras,
como fue el caso del ladrón que se arrepintió en la cruz. Y como lo afirma
categóricamente el contexto general de toda la Biblia:
Rm.3: 24 “justificados gratuitamente por Su gracia, mediante la
redención que es en Cristo Jesús”.
Rm.4: 5 “mas al que no obra, sino que cree en aquel que justifica al
impío, su fe le es contada por justicia” vr.16 “por tanto es por fe, para que sea por gracia”.
Rm.5: 1 “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios
por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
Ef.2: 8-9 “Porque por gracia sois salvos por medio
de la fe, y esto no de vosotros, pues es regalo de Dios, no por obras, para que
nadie se gloríe”.
Tito 3: 5 “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos
hecho, sino por Su misericordia”.
Por tanto ¿qué debe hacer usted para
ser salvo? NADA, porque ya todo está hecho. El grito de triunfo y victoria que
brotó de los labios benditos de Cristo desde la cruz del Calvario fue:
“Consumado es”. No hay nada más que añadir, solamente acepte el regalo de la
salvación que el Señor le ofrece, arrepiéntase de sus pecados, pida perdón a
Dios y él le otorgará gratuitamente el perdón y la vida eterna. Que así sea,
Amén.
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