Capítulo 8
"Los israelitas del Antiguo Testamento al morir iban al
Hades (o Seol). Los cristianos van directamente al cielo donde está
el Señor".
La palabra Hades no ha sido traducida y corresponde a un vocablo
griego, que equivale en hebreo a Seol. Se refiere al lugar donde
moraban los espíritus que se separaban de sus cuerpos a consecuencia
de su muerte física, pero no es la morada eterna de ellos.
La etimología de la palabra muerte significa simplemente
"separación". Ese es el significado que también
se le da en la Biblia, por ejemplo en Gn.2:7 encontramos que Dios
le dijo a Adán que el día que comiera de ese fruto
moriría. Y siguiendo el relato bíblico encontramos
que Adán y Eva comieron de ese fruto, pero no murieron físicamente
ese día.
En Gn.5:4-5 leemos "y fueron los días
de Adán después que engendró a Set, ochocientos
años, y fueron todos los días que vivió Adán
novecientos treinta años, y murió".
La muerte que se produjo en Adán por desobedecer a Dios,
fue la separación de la presencia misma del Señor
debido a que fue expulsado del Jardín del Edén.
También cuando alguien muere, se produce una separación
entre el cuerpo que va al cementerio y el alma que parte al lugar
determinado por Dios.
El Señor en su Palabra nos dice que durante el período
del Antiguo Testamento, todos los que morían partían
al Hades (o Seol), los creyentes y también los infieles.
Por ejemplo en Gn.37:35 encontramos al patriarca Jacob diciendo:
"descenderé enlutado a mi hijo hasta el Seol".
En Is.38:10 el rey Ezequías dice: "A la mitad de mis
días iré a las puertas del Seol".
Pero ellos
sabían que el Seol no era la morada eterna de sus almas.
Esto lo encontramos en la declaración del rey David, otro
creyente: (Sl.16:10) "Porque no dejarás mi alma en el
Seol".
La Biblia también señala a varios hombres perversos
que murieron y se fueron al Seol:
Nm.16:30 y 33 -Todos los que pecaron y se levantaron contra Moisés
"descendieron vivos al Seol".
Sl.9:17 "Los malos serán trasladados al Seol".
Job 24:18-19 "Así también el Seol a los pecadores".
Sl.55:15 "Desciendan vivos al Seol, porque hay maldades en
sus moradas".
Claramente se aprecia que en el período del Antiguo Testamento,
el Seol o Hades, era el lugar donde partían las almas de
los creyentes fieles y también la de los pecadores condenados.
¿Cómo podía la perfecta justicia de Dios enviar
a un mismo lugar a los creyentes con los impíos? La aclaración
a esta interrogante la encontramos de los mismos labios del Señor
Jesucristo, durante su ministerio terrenal.
El Dios manifestado en carne, nos descorre el velo de la eternidad
para relatarnos uno de los episodios más solemnes de la Biblia,
que él como Dios Eterno pudo presenciar y nos comparte en
su misericordia, para que comprendamos ese tremendo misterio de
lo que hay más allá de la muerte.
No es el famoso
túnel con una gran luz donde al final ven, de acuerdo a sus
creencias, a María, Jesús, Mahoma, Krishna u otro
según sea el objeto de su fe; inclusive familiares queridos.
Y todos entran a ese cielo idílico, porque ninguno, ni los
de vida más impía dicen haberse visto en el infierno.
Los únicos que afirman haber visitado el infierno, son pastores
evangélicos, que por cierto, tampoco pueden ser verdaderos
hijos de Dios.
En Lc.16:19-31 encontramos el relato que nos hace con tanta precisión
el Señor, sobre lo que sucede después de la muerte
con el alma cuando se separa del cuerpo.
Sé que algunos consideran este relato como una parábola,
pero ni aún así pierde ni un ápice de la enseñanza
y solemnidad de este pasaje, porque precisamente las parábolas
fueron dichas por el Señor para entregarnos enseñanzas
espirituales sacadas de hechos reales.
Aunque personalmente, al
igual que muchos estudiantes de la Biblia, creo que no se trata
de una parábola, sino de un suceso real que el Señor,
cual Dios, fue testigo de lo que sucedió con estas dos personas.
Porque el relato no se ajusta a las características ni definición
de una parábola.
Todos sabemos que una parábola es una historia de sucesos
terrenales que se añade al relato, para explicar cosas espirituales.
Nunca incluye nombres de personas, porque solo presenta situaciones
de carácter general.
Por ejemplo, hablamos de la parábola
del sembrador, del juez injusto, del rey que hizo fiesta de bodas,
etc. Pero a nadie se le ocurriría hablar de la parábola
de Nicodemo, o de Cornelio, porque obviamente esos son relatos bíblicos
y no parábolas.
En Lc.16 el Señor no está describiendo un hecho terrenal
para que saquemos alguna aplicación espiritual; directamente
está relatando lo que le sucedió a Lázaro después
que murió.
Pero indistintamente, considérese Lc. 16
una parábola, o el relato de un hecho que sucedió
con esos personajes que se mencionan en particular; la enseñanza
que nos entrega el Señor Jesucristo en este pasaje es una
sola, el rico incrédulo y Lázaro, ambos partieron
al Hades. Y nos maravilla la sabiduría divina al describirlo
con tanta precisión en tan pocas palabras.
Es un lugar, pero donde existen dos compartimentos claramente definidos
y absolutamente distintos, que están separados por una gran
sima, y que el Señor precisa que es imposible traspasar.
Una sección es el lugar de tormento, donde van los incrédulos,
y la otra es el lugar de consolación o paraíso donde
llegan los creyentes.
Todos los incrédulos al morir sus almas van directamente
al Hades, pero al lugar de tormento. Y todos los creyentes del Antiguo
Testamento iban también al Hades, pero obviamente al lugar
de consolación que llegó Lázaro.
Ahora alguien podría preguntarse ¿por qué los
israelitas creyentes del Antiguo Testamento no iban directamente
al cielo? ¿Cúal era el motivo que los creyentes tenían
que ir al Hades, al paraíso o seno de Abraham?
La respuesta
es muy simple, porque todavía no se había consumado
el sacrificio expiatorio del Señor Jesucristo en la cruz
del Calvario.
La sangre de los animales que se sacrificaron en el Antiguo Testamento
era solamente un símbolo, figura de la sangre bendita del
verdadero Cordero de Dios Cristo Jesús; jamás la muerte
de esos machos cabríos pudo garantizar la entrada al cielo.
Solamente cuando Cristo ofreció su vida, el velo del templo
se rasgó de arriba abajo, dejó abierto el camino que
ahora nos lleva al cielo mismo. Únicamente cuando se consumó
la muerte expiatoria del Señor, es que quedó abierta
la puerta del cielo para los pecadores perdonados.
Para ilustrarlo en términos humanos, podríamos decir
que los fieles del Antiguo Testamento al morir, sus almas partían
a una "antesala del cielo", al Hades, el cual también
era conocido como el lugar de consolación, paraíso
o seno de Abraham; aguardando la consumación del ÚNICO
sacrificio que podía abrirles las puertas del cielo, que
era el del Señor Jesucristo.
Por esta razón dice en Hch.2:27 y 31 que cuando el Señor,
en su perfecta humanidad entregó su vida, su cuerpo fue a
la tumba, pero su alma también fue al Hades, al seno de Abraham,
al paraíso; como le dijo al ladrón que se arrepintió
en la cruz: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
En Ef.4:8 añade: "subiendo a lo alto, llevó cautiva
la cautividad, y eso de que subió, ¿qué es,
sino que también había descendido primero a las partes
más bajas de la tierra?".
Decíamos que en Lc. 16 el Señor nos dice que el Hades
tenía dos compartimentos, uno de tormento para los incrédulos,
y otro de consolación o paraíso para los creyentes.
Obviamente que cuando el Señor murió, su alma fue
al Hades, pero al lugar de consolación o seno de Abraham,
que era donde estaban cautivos todos los creyentes del Antiguo Testamento
aguardando el verdadero sacrificio, el único que podía
llevarles al cielo. Y Cristo descendió allí con ese
propósito, para trasladarlos a la presencia misma de Dios.
Ahora ellos, al igual que todos los cristianos que han partido después
de la muerte y resurrección del Señor, están
como dice Pablo, en la presencia misma de Dios, en el cielo, donde
está el Señor. Filp.1:21-23 "el morir es ganancia...partir
y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor".
Por lo tanto, ahora el Hades tiene un solo compartimiento, el lugar
de tormento, donde están los incrédulos; porque el
lugar de consolación o seno de Abraham, fue trasladado al
cielo mismo de la morada de Dios.
Por este motivo cuando en Ap.20
refiriéndose a los sucesos finales, después del arrebatamiento
de la iglesia, después de la Gran Tribulación y después
del milenio; cuando tiene lugar la segunda resurrección para
condenación, se presentan ante el gran trono blanco; todos
ellos son lanzados al lago de fuego que es la muerte segunda.
Ap.20:13-14
"la muerte y el Hades entregaron los muertos...Y la muerte
y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda".
En conclusión, el Hades ANTES de la muerte y resurrección
del Señor, era un lugar con dos compartimentos donde iban
los creyentes y los incrédulos.
DESPUES de la resurrección
del Señor, tiene un solo compartimiento, el de condenación,
aguardando ser lanzados al lado de fuego por toda una eternidad.
A partir del sacrificio del Señor, ahora Hades es sinónimo
de infierno. Pero es una herejía afirmar lo que sostiene
el credo católico, que el Señor fue al infierno. El
Santo nunca vio corrupción, él fue al paraíso
o seno de Abraham, pero nunca al infierno.
Considerando estos pasajes, resulta evidente que los santos del
Antiguo testamento al morir, sus almas iban al Hades, en cambio
los creyentes de la iglesia (sean judíos o gentiles) van
directamente al cielo.
Esta es la enseñanza que encontramos en la Palabra de Dios
para la iglesia. Jesús dijo (Jn.14:2-3): "voy, pues,
a preparar lugar para vosotros...para que donde yo estoy, vosotros
también estéis".
Y esta es la esperanza de los cristianos (2Cor.5:8): "confiamos,
y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes
al Señor", quién como bien sabemos, está
en el cielo sentado en Su trono de gloria.